Lila Downs. Noviembre de 2012.
El arte de Lila y de la Ofunam tuvieron una causa noble: apoyar a los niños con problemas auditivos. A las 20:40 horas entró la OFUNAM y su director huésped, Samuel Pascoe. El programa se inició con Janitzio, de Silvestre Revueltas, cuya melodía recuerda imágenes cinematográficas. Cuando todo estaba ya en marcha y el público disfrutaba de una de las piezas representativas del nacionalismo mexicano se fue la energía eléctrica; el maestro Pascoe trató de continuar, pero el problema era serio.
Salvo unas cuantas luces, todo era oscuridad, pero regresó la iluminación y Pascoe y sus filarmónicos reiniciaron con Janitzio. En el fondo de la melodía se escuchaba la planta de luz. El espectáculo tenía que continuar. El público apoyaba con aplausos. Pascoe informó que el problema persistía y que tenían que hacer ajustes al programa. Se escuchó el vals inmortal de Juventino Rosas, Sobre las olas. La acústica diáfana dejaba oír la música sin interferencias, pura y en todo su esplendor. Los sonidos eran claros y distintos. Se adelantó el Danzón número 2, de Arturo Márquez.
Entró por primera vez Lila Downs con su grupo y comenzó la fiesta, el reven oaxaqueño, con Mezcalito, donde Paul Cohen logra recuperar la alegría de los de la tierra de Juárez. Para todo mal, mezcal, y para todo bien, también. Es el homenaje de Lila a la bebida espiritosa, de humo. Ya el público hacía su fiesta desde la butaca y el concierto avanzaba, aun sin energía eléctrica. Hacia arriba el ánimo, con la híper dolorosa y revanchista Fallaste, corazón, de Cuco Sánchez, que hizo que varios sacaran al charro macho cabrío naranjos que se trae dentro y que es bravío y noble.
Palomo del comalito hace oír la técnica actual de Downs, con agudos onomatopéyicos, que entona como nadie. Siguió con Tierra de luz, la canción más solemne de la noche, que grabó con Mercedes Sosa. El son jarocho La iguana es el marco sonoro para que se mueva retorciéndose, como una iguana que se cayó de una escalera y se rompió los tomates. Luego vino una pausa de 15 minutos.
Siguió, de Macedonio Alcalá, Dios nunca muere, uno de los himnos de Oaxaca y de México ante el mundo, en el que la Ofunam se manifiesta total, integrada. Lila luce una vestimenta con alusiones tehuanas. Se escuchó la notálgica Llorona, ruego de amor donde la voz de Downs es grave, tanto que duele saber que se puede amar hasta casi morir. En reivindicación, canta Zapata se queda. Reinventa Cucurrucucú, paloma, con una versión personalísima.
Con respeto profundo rindió tributo a las mujeres que cocinan con La cumbia del mole. En otra imagen se sienta y se hinca como sin estuviera frente a un metate, para hacer la pasta de este guiso. Siguió Paloma negra. El concierto llegaba a su fin, según el programa de mano, pero en un encore soñado, la Ofunam regaló Huapango, de Moncayo, emotivo, como siempre, profundo. La cantante cerró grueso con Sandunga, mamá, por Dios.